Nos conocimos,
coincidimos en el sueño de vivir lo más natural posible,
en los dolores del pasado,
y también en lo que queríamos cambiar y aprender.
Así que fuimos 4, los que comenzamos viviendo juntos
en lo alto de las montañas,
al sur de Costa Rica, en el valle de Pérez Zeledón.
Vivíamos en el campo, en una finca de permacultura
que había sido regenerada por sus dueños durante los 10 últimos años.
Y como vida de campo,
nos dormíamos “con las gallinas”, tipo 9-10 PM.
En rainy season, era más bien… con las ranas 🙂 porque abundan!
Despertábamos con el sunrise, tipo 5.15 AM
Teníamos dry composting toilet, por lo que siempre recordaré
que solía hacer pipí “at the base of trees”… con vista a la selva, o a la luna!
Trabajábamos por las mañanas, de 4 a 5 horas,
luego almorzábamos todos juntos y teníamos la tarde libre.
Las tardes libres eran de lectura, dibujo, pintura, ver documentales,
“munchies”, siesta, introspección y juegos.
Contábamos con 1 amplia pizarra,
con los días de la semana y espacio para las 3 comidas,
donde todos nos anotábamos para cocinar.
Toda una experiencia ver con quién te iba a tocar!
cómo sería el proceso creativo (y cuán eficiente),
así como qué íbamos a degustar!
Porque si hay algo en que todos coincidíamos, era que:
cada comida fue -by far- best organic and vegan food experience ever.
Yo igual cocinaba más seguido,
era parte de mi rol como Core Team Member, junto con la gestión de acomodaciones,
housekeeping y programa de voluntarios (sí! recibíamos visitas de todos lados)
Otros, estaban a cargo de áreas como; construcción y carpintería,
mecánica, cuidado del garden y producción de alimentos (planting, harvesting & processing kitchen),marketing, planificación y finanzas.
Y qué decir de la comida… pfff!
Teníamos alimentos por montón en esa finca, desde:
maíz, yuca, mangos, biribá, moringa, chayote, tomates, cúrcuma, katuk, chaya, coconuts,
piñas, limones, berries, papaya, todo tipo de hierbas,
y hasta loofa! (que por supuesto usé en mis jabones)
Ah! y por supuesto, teníamos bananas…infinitas bananas!
Tanto, que hacíamos helado como quien cocina gallo pinto en Costa Rica.
El helado más rico y sano de la vida.
Nosotros también comíamos arroz y frijoles, que junto con el maíz,
lo adquiríamos de agricultores vecinos.
Y además, todo lo que no producíamos,
lo conseguíamos en la Feria del Agricultor de San Isidro en Pérez Zeledón.
Así que, todos los jueves era “Market’s Day”
Siempre iban 2 miembros del Core Team + visitantes que se maravillaban con el colorido mercado.
Los jueves eran días de trabajo para quienes salían;
de llevar el carro al mecánico, cotizar y comprar materiales en la ferretería,
pagar cuentas básicas, compras encargos… (usualmente peanut butter y cacao ajajaja)
Y a la vez, un día de recreo…de salir de la burbuja en la que vivíamos para ver la ciudad.
Porque nos dábamos tiempo de almorzar en el mercado (su gallo pinto con picadillo de chayote) y/o de pasar a tomarnos “unas birritas mae” #beer con sus patacones.
¿Y cómo era para los que se quedaban en la finca?
Día de orden, introspección, conexión, y de alegrarse cuando quienes habían salido, volvían cansados, muchas veces con ánimo de fiesta y con las manos llenas…para todos.
Sí, usualmente el jueves
“después de esas birritas!”
ya era el día en que todos tocábamos tambores,
escuchábamos música, algunos bailábamos,
y compartíamos espontáneamente nuestro sentir.
¿Y qué hacía yo?
- Cocinaba y recordaba a las mujeres de campo, a todas (abuelitas y emprendedoras del sur de Chile) que siempre me dijeron “siempre hay”, “la vida siempre provee”.
- Cosechaba y procesaba alimentos, recordando la sabiduría de mi madre “el que guarda siempre tiene” En mayo, coseché tantos mangos que me volví loca haciendo conservas.
- Limpiaba y ordenaba, generalmente en MUY buena compañía…era un momento para compartir. Hacerlo con amor era clave, porque era nuestro hogar y siempre estábamos esperando visitas (guests o voluntarios)
- En el garden: transplantaba a los baby-plants, regaba el garden más cercano, sacaba el compost.
- Una vez, reordenamos los bottle-bricks con Casper, la biblioteca con Sofía, y hasta remodelamos una cabina con Carlo c/ la guía y ayuda de Max, Casper y Alvis.
- Lo más de computador fue, que: diseñé la guía para guests y volunteers, el programa de voluntarios + flyer, gestionaba la cocina c/ control de inventario. Gestionaba también, las reservas de nuestros guests en plataformas digitales.
Yo me dediqué a renacer:
- Recordé mi sentir de amor puro. En un trip psicodélico + unos sueños vívidos, recordé tantas creencias y conceptos que me estaban matando en vida. Así recordé mi libertad de amar infinitamente y por el gusto de amar (comenzando por mi). Acepté cuanto amaba al hombre que llevaba años a mi lado, y así también, cuánto no lo estaba amando, porque yo no me estaba amando. Ufff! fue complejo…como caminar por la selva sin luz, sólo con el deseo de llegar a casa.
- Me leí cuanto libro encontré sobre mujeres, diosas, poliamor, anarquía relacional y otros conceptos del amor, para entender qué se hablaba en el mundo y qué era lo que estaba hablando mi corazón. Qué era lo que había aprendido, sin realmente darme cuenta.
- Así comencé a escribir.
- Meditaba y hacía yoga en la selva. También tomé un baño de lluvia y varios baños florales.
- Tocaba instrumentos musicales (teclado, tambores, pandero, maracas, hand drum, flauta y el famoso huevo), porque me atreví a simplemente jugar, sentir y disfrutar.
- Bailaba! como nunca antes lo había hecho.
- Cocinaba caldos y preparaba cacao, cuando la familia necesitaba amor y contención. Cocinaba tanto por amor a alimentar la familia, que hace 1 mes me di cuenta que llevaba 2 meses cocinando sólo para mí, y me sentí con el síndrome del nido vacío.
- Reía! reía muchísimo! … lloraba con la lluvia, me sanaba.
- También lloré cuando supe que me iría.
Recuerdo el sentir tan grande,
de no salir por semanas… cual cuarentena por coronavirus.
Salíamos 1 vez al mes como máximo,
a ver a nuestra mamá tica, para escucharla cantar sus penas y alegrías, así como degustar sus amorosos platillos con una vista espectacular al valle de Pérez.
También solíamos ir a la playa, o al río!
De hecho, está grabado en mi corazón cuando nos miramos entre varios y dijimos con asombro…
“es martes en la mañana -día hábil- y estamos bañándonos en una catarata”
Sin duda alguna,
fue una época de abundancia.
Una vida al natural, porque en la naturaleza todo abunda.
Aprendiendo a convivir con animales (cuanta serpiente, escorpión, aves, insectos, mariposas y perezosos te puedas imaginar).
Aprendiendo a vivir en comunidad: a amar, respetar, agradecer, escuchar, y ver al otro, con todo lo que es, según mi percepción.
Aprendiendo a vivir eficientemente.
Aprendiendo a construir ahora, disfrutando ahora, también por lo que otros disfrutarán mañana.
Aprendiendo a cuidar el cuerpo, la mente y los sueños.
Aprendiendo a recibir cada visita con el corazón abierto, como así también a decir good bye.
Aprendiendo a vivir tanto afuera, como adentro.
Desde mi vida de ciudad en Santiago de Chile…
Parecía que vivíamos con poco.
Yo hoy me atrevo a decir que ambas vidas,
-la de hippie en una finca y la de business en la ciudad-
son tan distintas como similares en muchos aspectos,
y absolutamente, complementarias.
Porque en verdad, en ambas vidas
Vivíamos con mucho… lo teníamos todo!
Sólo nos faltaba,
lo que aún cada uno
-y todos- estábamos buscando.
Lo que estábamos cultivando.
…
En agradecimiento a TODO lo que he vivido.
A todos los que estuvieron ahí.
A todo lo que he sentido
A todo lo que he aprendido.
Gracias.
…
Desde un Hostel en San José de Costa Rica,
viviendo la cuarentena.
Y ahora, que ya tengo nuevo vuelo a Chile.
Nataly
April 30th of 2020.