Hace una eternidad que no sentía mis manos.
Justo cuando quería amarme,
acariciarme con la escritura,
mis manos se mostraban congeladas por mi desamor.
Y no es que se movieran poco,
sino que estaban completamente paralizadas,
¡ya ni podían danzar!
Imagina que,
al no sentir mis manos,
pensé que tocando tus manos, recobraría las mías.
Así que, decidí creer -por enésima vez-
que quería tus manos.
Te juro que las buscaba,
las tocaba sólo con el deseo.
Yo sí creía que necesitaba tus manos para despertar las mías.
Incluso, pensé en llamarte.
Estuve a escasos segundos de llamarte.
Pero finalmente,
y luego de unos segundos de incómoda indecisión,
ocurrió la magia del amor.
Toqué mis manos,
las froté amorosamente; con delicadeza, locura,
firmeza, convicción, ternura y sobretodo esperanza.
Así recordé el sentir de ese amor que había olvidado.
Ese amor que tenía tan guardado,
que tanto extrañaba,
que buscaba afuera, que había olvidado adentro.
Bastó sólo un trocito de magia para volver a amarme.
…
Yo liberando mitos,
culpas, creencias, miedos, dolores, patrones
y tanta estructura que te puedas imaginar.
Mientras leía: “Ética Promiscua” de Dossie Easton y Janet W. Hardy
14 julio 2019
Finca Fruition, Costa Rica.